10 de septiembre de 2010

Números grandísimos

Por Marcelo Zlotogwiazda
 
El boleto promedio de tren cuesta 1,05 pesos, pero el costo promedio de cada viaje es de 4,8. O sea que la diferencia es de 3,75 pesos por viaje. Es obvio que los concesionarios de ferrocarriles no cubren ese desfasaje, sino que el Estado compensa con subsidios. Considerando que diariamente viajan 1,18 millones de pasajeros, los subsidios por día ascienden a 4,4 millones de pesos, que anualizados para el 2010 llegan a 1.615 millones.
Son todos datos obtenidos en el Ministerio de Planificación.
Según esa misma fuente, la diferencia entre el boleto de subte (1,10) y el costo promedio de cada viaje (4,8) es de 3,70 pesos, que multiplicado por los 790.000 pasajeros diarios arroja que hay 2,9 millones de subsidios por día y 1.067 millones por año.
A lo que hay que agregar 5.096 millones de pesos por año de subsidios por colectivos. Resulta de tomar la diferencia entre el boleto (1,20) y el costo (3,10) promedio, y multiplicarla por los 2.711 millones de usuarios anuales.
Es decir que los subsidios a esos tres medios de transporte (dejando de lado 926 millones a camiones y 2.675 millones para Aerolíneas Argentinas) suman unos 7.800 millones de pesos. Muchísimo dinero. Casi tanto como el programa de Asignación Universal por Hijo y más que todo el presupuesto de Ciencia y Técnica.
Es correcto que el Estado subsidie a las personas necesitadas. Es una herramienta elemental de política redistributiva. Pero sucede que no sólo la gente de bajos recursos utiliza medios de transporte público. De acuerdo con una estimación elaborada para esta columna por la economista Silvana S. del blog Finanzas Públicas sobre la base de datos de la Secretaría de Transporte, el 52 por ciento de los pasajeros de tren, el 89 por ciento de los que toman subte y el 75 por ciento de los que viajan en colectivo no son pobres. De lo que se deduce, cuentas mediante, que de aquellos 7.800 millones de subsidios sólo 2.200 millones se destinan a gente pobre.
El planteo no pretende sugerir que hay que eliminar los 5.600 millones restantes, y mucho menos el total y de un plumazo. Es apenas un intento de ilustrar la dimensión de un problema creciente que preocupa a algunos funcionarios. En el caso del transporte la mirada oficial apunta a que la implementación del Sistema Único de Boleto Electrónico (SUBE) permita focalizar mejor los subsidios.
Los subsidios al transporte no son los más voluminosos. Según datos del ministerio de Julio De Vido, el consumo de energía insumirá a lo largo de 2010 unos 18.000 millones de pesos, de los cuales 15.500 millones corresponden a la electricidad y 2.500 millones al gas. Sumado a los de transporte, el total roza los 30.000 millones de pesos. Un número grandísimo que equivale al 3 por ciento del Producto Bruto Interno o al 10 por ciento del gasto público.
En el caso de la electricidad, fueron las empresas privadas del sector las que días atrás se encargaron de iluminar el asunto mediante una ingeniosa campaña publicitaria en medios gráficos señalando que “toda la luz de una casa un día entero cuesta menos que un alfajor”, o “que un café”, o “que enviar tres mensajes de texto”, o “que un par de velas”, acompañada de una leyenda explicando que “9 de cada 10 domicilios de Capital y GBA pagan menos de 1,33 pesos de luz por día desde 1992”.
Lo mismo que con el transporte, una porción muy significativa de los subsidios beneficia a hogares de clase media y alta. Un método para estimarla parte de suponer que los hogares con consumos bimestrales mayores a 1.000 kwh conforman ese segmento social. Según datos del Ministerio de Planificación esa franja abarca a 750.000 hogares (sobre un total de 10 millones), que reciben anualmente algo más de 1.000 millones de subsidios. Seguramente hay casos de familias con altos consumos y escasos ingresos. Tan cierto como que hay otras de ingresos elevados pero que consumen menos de 1.000 kwh, y por lo tanto se benefician con el precio de la energía más bajo. (Un ejemplo es el mío, que en el último bimestre pagué 64 pesos gracias a un descuento por subsidio de 134 pesos. Estoy dentro del 90 por ciento del aviso.)
También los comercios e industrias aprovechan que el precio de la electricidad sea más barato que su costo. De acuerdo con las planillas oficiales, hay 44.000 “comercios grandes” que se benefician con casi 300 millones de pesos por año, 110.000 industrias de bajo consumo que se ahorran 2.900 millones, y 2.700 industrias electrointensivas que en conjunto dejan de pagar cerca de 1.600 millones anuales.
Mantener la política de tarifas baratas para todos durante largo tiempo ha sido un grave error, por sus efectos inequitativos y porque exacerbó un uso irracional de la energía. Es un error en un tema sensible y complejo que al Gobierno le va a costar mucho corregir. Algo intentó a fines de 2008 en las tarifas de gas y luz para los consumos más altos. Pero lo hizo con tanta torpeza, que provocó un masivo rechazo y forzó al Ejecutivo a dar marcha atrás con parte del aumento, además de inhibirlo a continuar en esa vía.
A esta altura, con las elecciones a la vista y considerando que la inmovilidad tarifaria es junto al tipo de cambio un ancla fundamental para contener la inflación, es muy poco probable que el Gobierno encare ahora el arreglo de distorsiones que acumulan despilfarros gigantescos.
También corresponde señalar que la resistencia a cualquier aumento tarifario se alimenta de una mezcla de argumentos demagógicos e insolidarios que los medios de comunicación se encargan de amplificar.
A propósito de la insolidaridad, ¿qué pasaría si el Gobierno invitara a las personas que reciben subsidios sin mérito de necesidad a renunciar voluntariamente al beneficio? Podría ofrecer en las facturas de luz y gas un talón alternativo para quien considere con integridad moral que recibe algo injusto pueda pagar sin el descuento. Silvana S. calculó que si el 15 por ciento de los hogares acomodados adhiriesen a la propuesta, los subsidios se reducirían en 950 millones anuales. No es para desdeñar. Y sería un más que interesante test valorativo sobre la sociedad.