30 de septiembre de 2010

"Fue la industria y no el campo la que traccionó el crecimiento de la Argentina"

A pocos días de haber presentado el libro La economía argentina de la posconvertibilidad en tiempos de crisis mundial, que escribió junto a Mariana González, Nuria Mendizábal y Eduardo M. Basualdo, el economista Nicolás Arceo recibió a Buenos Aires Económico y explicó cuáles fueron los cambios estructurales que registró la economía local en el último decenio.

El agro pampeano, las medidas económicas que se podrían tomar en los próximos meses, la asignación universal por hijo (AUH), las AFJP y el proyecto de llevar las jubilaciones al 82% del salario son algunos de los temas que toca el libro y sobre los que Arceo responde.

–¿Que cambios analiza el libro puntualmente?
–La obra se propone analizar los cambios que implicó la devaluación de la moneda y la adopción del nuevo patrón de crecimiento a partir del 2002, enfocando, fundamentalmente, en la evolución que presentó el mercado de trabajo. A grandes rasgos, lo que uno puede afirmar es que a partir del 2002 se consolida un nuevo patrón de crecimiento que tiene efectos diferenciales sobre la evolución del mercado de trabajo con respecto a lo que había pasado durante las tres décadas previas. En particular, que el crecimiento haya sido liderado por sectores productores de bienes, a partir del 2002 y hasta el 2007, condujo a un aumento muy significativo en la cantidad de puestos de trabajo y a una elasticidad empleo-producto mucho mayor que la verificada a lo largo del régimen de convertibilidad. Este extraordinario crecimiento de los sectores productores de bienes y del empleo se sustentó en un aumento en la rentabilidad de dichos sectores.

–¿En qué se apoyó ese incremento en la rentabilidad?
–En dos factores: la modificación de la estructura de precios relativos, que favoreció a los transables con respecto a los no transables, y a la extraordinaria transferencia de ingresos que se produjo desde el trabajo hacia el capital como consecuencia de la devaluación de la moneda, es decir, la aguda contracción que registraron los salarios reales en el 2002, y que sólo a comienzo del 2007 retornaron a los niveles prevalecientes a fines del régimen de convertibilidad, mientras que la economía creció casi al 8,5 % anual acumulativo.

–Dedican un capítulo del libro a las transformaciones estructurales en el agro pampeano. ¿A qué conclusiones llegaron?
–Se observa que si bien el sector agropecuario pampeano mantiene elevadas tasas de crecimiento, ya vigentes desde mediados la década del ’90, no fue un sector que haya traccionado el crecimiento de la economía argentina. Por el contrario, si bien creció a una tasa del 5% anual acumulativo hasta el 2007, es una cifra notoriamente inferior a la verificada por el complejo manufacturero, que creció casi al 10% anual acumulativo.

–¿Qué medidas económicas debe tomar el Gobierno en los próximos meses para seguir creciendo sin ser afectado, de modo dramático, por la crisis europea?
–Me parece central, en un contexto de inflación como el actual, mantener e incrementar los salarios reales. Es central para conservar el nivel de actividad interna que los aumentos nominales vayan por encima de la tasa de inflación, de manera que los trabajadores participen un poco más de la riqueza generada en la economía argentina de los últimos diez años. Digo, si bien este nuevo patrón de crecimiento permitió un incremento muy sensible del nivel de empleo y del valor agregado generado en la economía argentina, los trabajadores sólo participaron de esa riqueza extraordinaria a través de la expansión del empleo, pero no por medio de un aumento significativo y sistemático en las remuneraciones reales.

–¿Qué papel juega la AUH en la posibilidad de que los trabajadores participen de la riqueza generada en la economía argentina?
–Es una medida de estricta equidad distributiva. En primer lugar, porque está dirigida a los sectores más vulnerables de la población, con menores ingresos y, por otro lado, porque el sistema de seguridad social en nuestro país no sólo está financiado por los trabajadores activos sino también por el conjunto de la sociedad argentina. Cerca del 40% de los recursos de la seguridad social hoy provienen de rentas generales, es decir, de impuestos (IVA, Ganancias, etcétera). En ese contexto, me parece que es estrictamente equitativo que parte de esos recursos se destinen a financiar la niñez en los hogares más desprotegidos. Todas las estimaciones indican que la AUH puede llegar a permitir que la indigencia baje casi a la mitad. Si bien no tiene efectos sensibles en los niveles de pobreza, más allá de una baja de 3-4 puntos porcentuales, la AUH sí permite una notoria disminución de los niveles de indigencia. Además, en línea con sostener la demanda agregada interna, es un elemento más que contribuye al aumento del consumo de los sectores populares.

–El tercer capítulo de libro analiza la reestatización del sistema previsional argentino. ¿Qué opina de la reestatización de las AFJP?
–Si uno evalúa casi quince años de sistema previsional privado, sus resultados fueron claramente desalentadores. En primer lugar, una porción significativa de los aportes de los trabajadores fueron apropiados, en términos de comisiones, por parte de las AFJP. Pero más allá de eso, el sistema privado de jubilación y pensión no logró cumplir con las promesas con las que fue generado. Es decir, no se consiguió una mayor cobertura del sistema jubilatorio en la Argentina. Por el contrario, la cobertura se mantuvo estancada y, en términos relativos, decreciente a partir de 1994. Por otro lado, no permitió ni favoreció la disminución del empleo no registrado, que aumentó sistemáticamente desde mediados de la década del ’90 dejando a porciones significativas de la población por fuera del sistema jubilatorio. Además, la moratoria previsional y el régimen de jubilación anticipada van a permitir que se jubilen 2 millones de personas que en términos del régimen privado no podrían haberse jubilado nunca, porque no tenían los aportes ni las contribuciones requeridas. Por otro lado, tampoco el sistema de las AFJP logró dinamizar un mercado de capitales privado en la Argentina.

–¿Cuál fue, para usted, el negocio de las AFJP?
–Las AFJP obtenían los recursos de sus asociados, cobraban una comisión muy significativa sobre esos aportes, y esos recursos se los prestaban al Estado a una tasa muy elevada. Si uno analiza lo que ocurrió con el Fondo de Garantía de la Sustentabilidad, que son los fondos que apropió la ANSES a partir de la reestatización del sistema, se observa que más del 60% de esos fondos están constituidos en títulos públicos. Es decir, el Estado había cedido recaudación a las AFJP para que después éstas se la prestaran nuevamente al Estado, pero a una tasa muy onerosa. La privatización del sistema de jubilaciones y pensiones del ’94 fue uno de los elementos centrales y constitutivos del déficit fiscal que asoló a la economía argentina a lo largo de la década del ’90, y que determinó un incremento extraordinario del endeudamiento externo. En este sentido, me parece progresiva la reestatización del sistema porque restituye para el Estado los fondos que había cedido Domingo Cavallo en el ’94.

–¿Qué le pareció la idea de llevar las jubilaciones mínimas al 82% del salario?
–Es un reclamo justo, pero con la estructura actual, y con los recursos actuales de la seguridad social no es financiable. Lo que hay que destacar, no obstante, es que si bien se revirtió la privatización del sistema previsional, no se modificó otro rasgo de la reforma provisional del ’94: la rebaja en las contribuciones patronales. Es decir, hoy éstas se encuentran 9 puntos porcentuales por debajo de las existentes en el ’93. Sin la restitución de las contribuciones patronales, garantizar el 82% móvil para el conjunto de la población pasiva es hoy financieramente inviable, porque si bien se puede usar el Fondo de Garantía de la Sustentabilidad para abonar el déficit durante algunos años, esto sería de corto aliento.