30 de agosto de 2010

Fuga de capitales II

Por José Sbattella *
Argentina tiene una larga historia, sobre todo a partir de la valorización financiera como modelo de acumulación, en materia de fuga de divisas y de apropiación suntuaria del excedente económico. Basta un ejemplo para entender la dinámica de la fuga. En los últimos dos años entre 2008 y 2009, en la cuenta corriente de la balanza de pagos se generó un ingreso de divisas de 18 mil millones de dólares. En dicho período se acumularon 1355 millones de dólares en divisas externas en el Banco Central y el sector público utilizó 1200 millones para cancelar pasivos externos. Así, de lo ingresado en la cuenta corriente, hay 15 mil millones de dólares que no quedaron en la economía formando activos externos o se guardaron en el “colchón” por parte del sector privado.
Estos datos son consistentes con los que figuran en la contabilidad externa. Entre 2008 y 2009, la formación de activos externos por parte del sector privado (financiero y no financiero) alcanzó los 14.800 millones de dólares. Lo más llamativo es que tan sólo 2 mil millones de dólares fueron a parar a inversión directa o productiva y el resto terminó en inversiones especulativas o directamente en el “colchón”. Se estima que hoy el stock de dinero en moneda extranjera en el “colchón”, o en orígenes desconocidos (depósitos u otras inversiones especulativas), alcanza los 134 mil millones de dólares, mientras que las inversiones productivas en empresas o emprendimientos inmobiliarios es tan sólo de 30 mil millones de dólares.
Eso explica dos cuestiones clave de los últimos tiempos: 1) la baja utilización del mercado financiero como alternativa de financiamiento (hay fondeo propio) y, 2) el incremento de la acumulación suntuaria del excedente que va creciendo en porcentaje del PIB. Si bien nadie puede establecer a ciencia cierta cuánto es la influencia de las actividades ilícitas en la economía cuyo producido luego es “blanqueado” al circuito legal a través de diversos mecanismos, hay consenso entre los especialistas que a nivel mundial representa el 5 por ciento del PIB.
Una cuenta sencilla nos marca que, para un PIB de aproximadamente 330 mil millones de dólares como el actual, el monto que es generado por actividades ilícitas medido en pesos alcanzaría los 66 mil millones anuales, monto altamente significativo. Comparando con la fuga de divisas, estamos diciendo que el lavado de dinero duplica anualmente al monto fugado en forma anual, al menos en estos dos últimos años.
Al estar blanqueado, el dinero se encuentra dentro de la estadística formal de la economía: circula, se deposita, se pagan impuestos por ellos, etcétera. Del mismo modo, una vez “adentro” del circuito formal, una porción se fuga a otras latitudes y/o se acumula en activos externos que no son productivos. La evasión impositiva constituye un delito por excelencia en la Argentina. Según datos de la Cepal, la recaudación potencial del impuesto a las Ganancias es de 130 mil millones de pesos mientras que la recaudación efectiva para 2009 fue de 55 mil millones de pesos. Si sumamos la evasión del IVA que calcula la AFIP, la evasión en los dos principales impuestos de la Argentina supera los 90 mil millones de pesos.
En la Argentina, si bien la evasión está penada por la Ley Penal Tributaria, no está penado el lavado de dinero producto de dicho delito. El delito de lavado de dinero surge como delito en sí mismo, ya que muchas veces es muy difícil detectar el delito que lo precedió, es decir la actividad ilícita por la cual se obtuvo el dinero “sucio”. Incluso muchas veces es más fácil detectar el dinero antes que el delito.
El Poder Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto para incluir dentro del marco de la ley de lavado de dinero algunas cuestiones esenciales que tienden a favorecer la lucha contra esas actividades. Como considerar el lavado de dinero como delito autónomo, permite no sólo castigar al encubridor sino al que encubre su propio delito. En segundo lugar, ya que el lavado es un delito escalonado con el precedente, buscar este último mediante la querella, mejora la investigación del lavado y su tipología. Y en tercer lugar, incluir entre otros delitos, al de evasión como un delito precedente cuyo lavado debe ser castigado. No se trata de perseguir la “simple evasión” como han salido a cuestionar desde algunos sectores, al menos que piensen que 90 mil millones pesos de evasión al año se trate de un delito menor. En este sentido, el dinero “sucio” producto de las actividades ilícitas se mezcla y comparte la misma ruta del dinero de las actividades “limpias”, pero que generan un gran perjuicio a la sociedad.
Desde el punto de vista económico es capital con costo de oportunidad cero o negativo, puesto que se “paga” para blanquearlo y desplaza al que viene financiado, cuyo costo es la tasa de interés más el riesgo de cada región.
* Presidente de la Unidad de Información Financiera.