28 de abril de 2010

“Hay que industrializar el país y lograr una sociedad integrada”

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El director del Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (CIEPyC - UNLP) sostuvo que la Argentina debe desarrollar sus recursos agrícolas hacia productos con alto valor agregado y terminar de rescatar a la industria nacional.

Por Luis Autalán

“Minimizar el desempeño macroeconómico de la Argentina, como mínimo, es un error”, reflexionó el economista Gerardo De Santis, quien además de haberse desempeñado en la función pública en la órbita bonaerense preside el Centro de Investigación en Economía Política y Comunicación (CIEPyC) de la Universidad Nacional de La Plata. Allí incluso desarrolla su vocación docente en el ámbito de la facultad de Ciencias Económicas y también en la de Periodismo.

De Santis se manifestó en favor del modelo aplicado en el país desde el 2003 y con respecto a algunas miradas que añoran la situación del país en los ’90, repasó el panorama internacional en el 2009 para realzar el modelo actual: “El mundo atravesó una crisis muy importante, que se originó en las naciones más desarrolladas. Allí se apreció una caída del PBI significativa: en Europa un 4,5%, los Estados Unidos un 2,5% y en Japón más del 5 por ciento. En este contexto, la economía argentina fue una de las menos afectadas y se recuperó a un ritmo fortísimo sobre la base del mercado interno. Este año el crecimiento ya alcanzó el 6%, con una demanda sostenida y sólida. Por eso, el ‘viento de cola’, que a veces se marca para minimizar el desempeño argentino, recién está comenzando ahora”.

–¿Son virtudes del modelo?
– Claro, y esto fortalecerá el crecimiento. Pero la virtud del modelo macroeconómico es que soportó la crisis internacional, porque se protegió el mercado interno, a la industria, al empleo y se reforzó la demanda interna. Todo fue sin ingreso de capitales , como sí ocurrió en los ’90. La expansión desde el 2003 hasta hoy se financió con recursos propios o ahorro interno, con mayor intervención del sector público, mayor consumo e inversión, se atenuó –en parte– la caída de la inversión privada. La suma de esos factores permitió mantener a la economía en un nivel importante.

–¿Merced al aporte de los sectores agropecuarios también?
– ¡Por supuesto! Y vale tomar en cuenta un dato: el año pasado hubo una sequía importante que afectó la actividad económica, pero tampoco eso frenó la recuperación. Y ahora comenzarán a apreciarse lo que referíamos como “viento de cola”, por el ingreso de divisas de los productores.

–¿Desde dónde corresponde analizar entonces la polémica por las retenciones al campo? –En mi opinión hay que entenderla como la discusión sobre la política para el tipo de cambio. La Argentina desde 1976 y con mayor énfasis en los ’90, llevó adelante una política que perjudicó a la industria y la dejó en una situación muy delicada, con cierre de empresas y las consiguientes pérdidas de puestos de trabajo.

Desde el 2003 a la fecha, vemos un intento por recuperar y resucitar esa industria, de allí que se estableció un tipo de cambio competitivo. Un poco más alto que el que surgiría del propio funcionamiento del mercado, nosotros estimamos que está casi un 20% por encima del valor de mercado. Ahora ese tipo de cambio lo necesita la industria, porque está en desventaja con el resto del mundo, con escalas menores y la historia que arrastra. Este caso no es el de los sectores agropecuarios, que sí tienen ventajas con relación al ámbito internacional, naturales, en cuanto a la siembra directa, a la tecnología y otras. No necesita de un tipo más alto del que podría surgir del libre juego del mercado. Entonces las retenciones lo que hacen, hasta un 20%, es un tipo de cambio de equilibrio. Tomando los valores de hoy, a 4 pesos, hay un cambio sostenido por el Banco Central y el Gobierno, digamos en un 20 por ciento. Sin esa intervención tendríamos un dólar a 3,20 pesos.

Hasta aquí no se puede hablar de impuestos, sí de tipos de cambio diferenciales, porque la economía argentina tiene una estructura productiva desequilibrada. Hay un sector agropecuario muy competitivo por las ventajas que ya comentamos y está la industria que necesita protección, y que fue maltratada durante años.

A partir de ahí hay retenciones que son mayores del 20%, en particular la soja, porque está la intención de gravar a este sector ya que su rentabilidad es mayor que la del resto de las actividades agropecuarias, por lo tanto se privilegia su cultivo con un riesgo, que vamos rumbo a una ‘monoproducción’. Pero aún así, con un 35% de las retenciones, la soja sigue desplazando a otros cultivos.

–En el marco impositivo de control la AFIP destaca los alcances del operativo ‘Cosecha Gruesa’ y que allí se verifica un alto porcentaje de evasión…
–Una forma de ver, indirecta, el nivel de evasión, fue cuando se realizó una política de subsidios cruzados, para intentar plasmar buenos precios a los productores y que esos precios llegaran baratos a la industria. ¿Qué sucedió? Muy simple: no hubo un pedido masivo de tales subsidios ya que para tramitarlos hay que cumplir todos los requisitos formales.

–¿Cómo ve usted el rol de la AFIP conforme este crecimiento?
–En cuanto a la recaudación en general, hay una mejora considerable, con respecto a los ’90, donde la presión tributaria estaba en 22 puntos del PBI, y subió 7 u 8 puntos, algo necesario para nuestra economía, que hoy está en niveles razonables. También corresponde advertir que hay sectores con demasiada presión y otros reciben una presión muy baja y tienen evasión.

El Impuesto a las Ganancias ha mejorado su percepción en este período, y también parte del aumento de la presión se aprecia con algunos impuestos como las retenciones y el tributo a los débitos y créditos bancarios. Digamos, hay mejoras en la percepción tributaria, cuantitativamente importantes y cualitativamente para revisar y mejorar, pero esa evolución permitió superávit fiscal y primario, lo cual es una gran noticia para la historia de nuestra economía.

–El impuesto al cheque también ha generado polémicas…
–Es que es un tributo con puntos negativos porque se percibe donde hay movimientos, sin considerar la situación del que realiza esas operaciones, si gana o pierde.

Se planteó en un momento difícil de las finanzas públicas, pero no obstante su modificación tendría que darse como una renovación de las coparticipaciones, un tema pendiente desde 1994, y resolver en un marco integral, no con un parche. Sin perjuicio de ello, derogarlo sería un camino correcto, ya que no tiene muy en cuenta la situación del contribuyente.

–¿Qué opina del gasto social?
–Hoy existen mejoras en la distribución del ingreso, la Argentina tiene que incrementar el gasto público, por ejemplo hoy la educación es el 6% del PBI, y esa es una inversión real, como salud e infraestructura. Lo pendiente es cómo se gasta, y aplicar recursos lo mejor posible.

–Si tuviera que enviarle un brevísimo mail a un economista extranjero para hablarle de la Argentina de hoy, ¿qué escribiría?
–Que estamos bien, pasamos la crisis con impactos mínimos, seguimos teniendo problemas estructurales, difíciles de resolver y que se constituyen en el desafío de nuestra dirigencia como una cuestión urgente para afrontar con decisión.